En la actualidad, se dice que Colombia está comenzando una “transición energética” para consumir más energía proveniente de fuentes renovables, incluso varios países, ciudades y empresas alrededor del mundo han dicho que, en un futuro cercano, una parte, la mayoría o el 100% de su energía vendrá de fuentes renovables. Sin embargo, ¿qué hay detrás de la expresión “100% energía renovable”?
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Veamos un caso de estudio: Hace unos años la ciudad de Georgetown, en el estado de Texas, Estados Unidos, con una población cercana a los 67.000 habitantes, decidió obtener el 100% de su electricidad de fuentes renovables, principalmente eólica y solar. Más que una concienzuda política ambiental, el giro hacia lo verde era la opción más barata y segura para los comerciantes y residentes locales, quienes vieron en las fuentes renovables una manera de asegurar precios bajos de energía por veinte años, el término de duración de los contratos de generación a largo plazo.
En el caso de Georgetown se hacen visibles algunas paradojas del sector energético y del significado “100% energía renovable”. Como en Colombia, sucede que los contratos de energía son contratos financieros que no entrañan una transacción física de la electricidad entre el comprador y el proveedor. La infraestructura de la red hace posible tener insumos de todo tipo de fuentes –renovables y no renovables– y distribuirla a los usuarios sin que sea necesario garantizar que la energía consumida en realidad fue generada con fuentes renovables.
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100% renovable no quiere decir que es un hecho verificable que el total de la energía consumida haya sido generada con fuentes renovables. En Colombia, como el 75% de la electricidad se genera en hidroeléctricas que utilizan agua (un recurso renovable) habría que añadir el adjetivo no convencional. Las fuentes de energía renovable no convencional son solar, eólica y biomasa y son las que este medio de comunicación considera Energía Limpia.
Más allá de la discusión semántica, el valor de los aportes de generación de energía limpia es que cada kilovatio-hora que ingresa a la red desplaza uno que pudo haber aportado una planta a base de carbón o gas natural, y se reducen las emisiones de dióxido de carbono. El hecho de que una compañía o ciudad use, en determinados periodos (por ejemplo cuando el sol no brilla) energía de fuentes convencionales no impide llamarla una compañía o ciudad “100% renovable”. En otras palabras, si paga por energía renovable, entonces es renovable.
Uno podría preguntarse si cada turbina eólica o panel solar debería entonces estar respaldado por una planta de carbón o de gas, dado que en cualquier momento la radiación puede disminuir y el viento dejar de soplar. Lo cierto es que los operadores de la red – la empresa XM en el caso colombiano– avanzan con velocidad en técnicas para pronosticar la capacidad de generación de las fuentes renovables no convencionales y actualizan sus modelos con frecuencia, así que no hay razón para ver las renovables únicamente como “apoyo a la generación con combustibles fósiles”.
Vista desde la perspectiva de la renovabilidad del recurso, la matriz energética de Colombia está entre las más limpias del mundo. Sin embargo esto no toma en cuenta la vulnerabilidad del país al cambio climático, las luchas por el agua y los impactos ambientales, sociales y económicos de generación hidroeléctrica a gran escala. Por eso Colombia debería apostarle a ser aún más limpia, sin timidez, en lugar de ver las renovables no convencionales como un mero “apoyo” a la matriz. Esta visión podría concretarse en la próxima subasta de contratos de energía, en el primer trimestre de 2019, si los contratos ofrecidos incluyen condiciones atractivas para la Energía Limpia.